jueves, 13 de agosto de 2009

12.600 euros por la copia de un catálogo de pulverizadores agrícolas


Noticia publicada en Vozbcn.com

La Consejería de Agricultura de la Generalidad, que dirige el socialista Joaquim Llena, pagó 6.600 euros por un estudio de 10 folios titulado ‘Modelos gráficos de pulverizadores agrícolas’, consistente en su mayor parte en fotos de un catálogo sobre este tipo de maquinaria, según ha informado Abc.

Este estudio, realizado por la empresa Disema, forma parte de los 1.583 informes encargados a dedo por el tripartito en 2007 y que investiga la Fiscalía de Cataluña, después de que un sindicato de funcionarios presentara una denuncia por malversación de caudales públicos.

Entre estos estudios, algunos de ellos encargados a personas afines a PSC, ERC e ICV, figuran títulos tan curiosos como ‘Seguimiento de la concha brillante’ (27.956 euros), ‘Diseño de parchís y puzzle de la casita de cartón recortable’ (11.365 euros) o ‘Estudio, factores y manejo del cultivo de la chufa’ (11.965 euros).

Agricultura también encargó el ‘Estudio socioeconómico de explotaciones de avellanas’, por el que pagó 30.000 euros a la agencia de detectives Método 3 -la que investigó la desaparición de la pequeña Madeleine Mcann-.

El estudio sobre pulverizadores agrícolas apenas tiene texto, pues se trata de un ‘book’ de imágenes sobre este tipo de maquinaria. Cada folio ha costado 660 euros. “Es un mero catálogo, muy parecido a los que se pueden encontrar en cualquier tienda”, ha señalado el diputado de CiU, Jordi Turull.

Para comprender el presente.


Francesc de Carreras en La Vanguardia.

Es asombroso leer el libro recién publicado de Amadeu Hurtado que contiene su minucioso dietario en el periodo que va desde finales de mayo a mediados de septiembre de 1934 (Abans del sis d´octubre, Quaderns Crema, Barcelona, 2008). El asombro proviene de las muchas similitudes que existen entre la política catalana de aquella época y la actual. Se suele decir que hay que aprender de la historia para no repetir sus errores. Parece que en Catalunya no seguimos este sabio consejo: la política catalana no cambia, seguimos combatiendo los mismos fantasmas, encerrados con los mismos juguetes, obsesionados con los mismos problemas.

Un hilo conductor da unidad al libro: las vicisitudes parlamentarias de la llei de contractes de conreu (ley de contratos de cultivo), impugnada por el Gobierno central, declarada inconstitucional por el Tribunal de Garantías Constitucionales de la época y aprobada de nuevo con idéntica redacción por el Parlament de Catalunya, dando lugar al consiguiente conflicto de legitimidades. Amadeu Hurtado, abogado de gran prestigio, hombre culto, inteligente y sensato, republicano, catalanista y de talante independiente, es el encargado por el Govern de la Generalitat para defender la ley delante del citado tribunal.

Tras la sentencia que anula la ley, Hurtado busca una salida inteligente para adaptarla a la Constitución salvando sus aspectos sustanciales. Oficiosamente, pacta una solución jurídica al problema con Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, y con Ricardo Samper, presidente del Gobierno. Después da a conocer esta solución a Companys, president de la Generalitat, que la rechaza inmediatamente, sin ni siquiera entenderla, alegando que no piensa modificar ni una coma del texto porque la dignidad de Catalunya está en juego. Sin embargo, dos meses después, la misma Generalitat acepta una nueva propuesta de reforma de la ley que supone un cambio mucho más profundo que el sugerido por Hurtado dos meses antes. Frívolamente, sin explicación razonable alguna, lo que suponía una afrenta a la dignidad catalana se acepta sin ninguna objeción a pesar de quedar mucho más desfigurada que en la propuesta de Hurtado. La prensa, con Rovira i Virgili a la cabeza, jalea esta solución como un gran triunfo de la Generalitat.

Hurtado, persona honrada y competente, contempla estupefacto la “comedia” -esta es la palabra que utiliza- de la que es testigo directo y sus anotaciones diarias, con detalles impagables que merecen que el libro sea leído con calma, son testimonio de la fantasmal política catalana de entonces, tan similar a la de ahora.

Pensemos, por ejemplo, además de en el Estatut, en la famosa fecha tope del 9 de agosto pasado en la que si no había acuerdo de financiación la crisis con el Gobierno central sería irreversible porque también la dignidad de Catalunya estaba en juego. Transcurridos seis meses, ahora ya no hay prisa alguna y el objetivo es, simplemente, lograr un buen acuerdo que, por cierto, no llega. ¿Cuándo nos engañaron? ¿Entonces, ahora o siempre?

Además de los problemas jurídicos, explicados con una claridad lineal por Hurtado, el interés principal del dietario lo encontramos en determinadas conversaciones mantenidas por Hurtado con relevantes personalidades de la época (Azaña, Alcalá Zamora, Samper, Companys, Gaziel, entre otros), todas ellas reproducidas con gran detalle, en la descripción de determinados episodios y en los juicios que el autor emite sobre el clima político de aquel periodo. Destaca Hurtado cómo la política catalana consiste más en una continua protesta motivada normalmente por razones sentimentales que en una clara y decidida acción de gobierno: “Fingen peligros que no existen y crean conflictos imaginarios”, dice. Y añade: “Nuestros políticos necesitan estas agitaciones porque no saben hacer otra cosa”.

También el autor insiste constantemente en que la actuación de la clase política resulta del todo indiferente al resto de la sociedad. El día que el Parlament aprueba por segunda vez la ley declarada inconstitucional, los políticos y la prensa sostienen que el pueblo de Catalunya en masa se congregó en el parque de la Ciutadella en apoyo de las posiciones catalanas. Él, que estaba presente, relata como los manifestantes eran cuatro gatos, mientras la realidad era que el pueblo se paseaba tranquilamente por las calles de Barcelona sin preocuparse de lo que sucedía en la Cámara.

Habla también Hurtado del constante victimismo de Catalunya frente a España (”pueblo el nuestro con el espíritu débil del perseguido”), del doble lenguaje político utilizado según se esté en Madrid o en Barcelona, de que los de Estat Català son nazis y de la mediocridad de los políticos catalanes. Así retrata a Macià, amigo suyo desde la infancia: “No sabía nada de nada y daba miedo escucharle hablar de los problemas de gobierno porque no tenía ni la más elemental noción; pero el arte de hacer agitación y de amenazar hasta el límite justo para poder retroceder a tiempo, lo conocía tan bien como Cambó y como los políticos de ahora”. Curiosamente, Hurtado no distingue casi entre la Lliga y Esquerra, aunque en la comparación considera a estos últimos “un poco más chapuceros y mucho menos instruidos”. También aquí podemos encontrar paralelismos con la situación actual.

El oportuno dietario de Amadeu Hurtado no sólo nos permite conocer el pasado, sino comprender mejor el presente, una vez han transcurrido casi 80 años.

¿Se encuentra en peligro el catalán?

Debate realizado en BTV.

Política exterior catalana.


Un artículo de Arcadi Espada, en El Mundo.

El arbitrario vaivén con que el periodismo encara la realidad (y que tanto ha hecho para disminuir su crédito) ha dejado en segundo plano el escandaloso viaje del vicepresidente Carod a Nueva York. El escándalo tiene vertientes distintas. De tipo grotesco, como el de la coincidencia con la proclamación de Obama. De tipo económico, como esa nueva bofetada de decenas de miles de euros que se estrellará contra la cara de los ciudadanos, gracias a la ontológica caradura de la política catalana. De tipo intelectual, como el que provoca la lectura de la conferencia que el vicepresidente pronunció en la Universidad de Nueva York, una suerte de enrojecedoras ridiculeces ensartadas, para cuyo aprecio basta con reproducir la última cuenta del collar: «Las decisiones ya no pueden ser tomadas sólo por los Estados, sólo por unos cuantos estados, sólo por los gobiernos ni tampoco, ni sobre todo, sólo en masculino.» Sobre todo, subrayó, y lo hizo en la Universidad de Nueva York.

Sin embargo todos esos escándalos empalidecen ante el escándalo político. La web del vicepresidente se abre, a las horas en que escribo, con este titular: «El vicepresidente del Govern reivindica la construcció d’una política internacional pròpia catalana», un oxímoron cuyo calado se advierte con sólo pensar en la influencia e importancia de la política internacional española. Es, en cualquier caso, un titular coherente con la conferencia y con la actividad pública de Carod en sus días neoyorquinos, destinados al lubricante ejercicio de la apología de Catalunya mediante el desprecio de España. La cuestión crucial, sin embargo, no es lo que haga Carod, ni siquiera lo que haga don José Montilla. Ambos son consecuentes nacionalistas, trabajan en función de los intereses de una élite local y el primer interés de la élite y de lo local es el debilitamiento de los vínculos con lo general. La cuestión realmente crucial (y asombrosa) es lo que está haciendo el presidente del Gobierno ante el despliegue de la política internacional catalana.

Un gobierno regional destina dinero y emociones a actividades que rompen el eje constitucional más elemental de cualquier Estado y el gobierno central no sólo las tolera sino que, frecuentemente, les presta apoyo logístico y resignación moral a través de la red diplomática española. Por si fuera poco, y como suele suceder con la política exterior, Gobierno y y Oposición van al unísono: aún se espera que el Partido Popular sea capaz de llevar este asunto al debate político español. Aún a riesgo de ganar votos, desde luego.

El arbitrario vaivén con que el periodismo encara la realidad (y que tanto ha hecho para disminuir su crédito) ha dejado en segundo plano el escandaloso viaje del vicepresidente Carod a Nueva York. El escándalo tiene vertientes distintas. De tipo grotesco, como el de la coincidencia con la proclamación de Obama. De tipo económico, como esa nueva bofetada de decenas de miles de euros que se estrellará contra la cara de los ciudadanos, gracias a la ontológica caradura de la política catalana. De tipo intelectual, como el que provoca la lectura de la conferencia que el vicepresidente pronunció en la Universidad de Nueva York, una suerte de enrojecedoras ridiculeces ensartadas, para cuyo aprecio basta con reproducir la última cuenta del collar: «Las decisiones ya no pueden ser tomadas sólo por los Estados, sólo por unos cuantos estados, sólo por los gobiernos ni tampoco, ni sobre todo, sólo en masculino.» Sobre todo, subrayó, y lo hizo en la Universidad de Nueva York.

Sin embargo todos esos escándalos empalidecen ante el escándalo político. La web del vicepresidente se abre, a las horas en que escribo, con este titular: «El vicepresidente del Govern reivindica la construcció d’una política internacional pròpia catalana», un oxímoron cuyo calado se advierte con sólo pensar en la influencia e importancia de la política internacional española. Es, en cualquier caso, un titular coherente con la conferencia y con la actividad pública de Carod en sus días neoyorquinos, destinados al lubricante ejercicio de la apología de Catalunya mediante el desprecio de España. La cuestión crucial, sin embargo, no es lo que haga Carod, ni siquiera lo que haga don José Montilla. Ambos son consecuentes nacionalistas, trabajan en función de los intereses de una élite local y el primer interés de la élite y de lo local es el debilitamiento de los vínculos con lo general. La cuestión realmente crucial (y asombrosa) es lo que está haciendo el presidente del Gobierno ante el despliegue de la política internacional catalana.

Un gobierno regional destina dinero y emociones a actividades que rompen el eje constitucional más elemental de cualquier Estado y el gobierno central no sólo las tolera sino que, frecuentemente, les presta apoyo logístico y resignación moral a través de la red diplomática española. Por si fuera poco, y como suele suceder con la política exterior, Gobierno y y Oposición van al unísono: aún se espera que el Partido Popular sea capaz de llevar este asunto al debate político español. Aún a riesgo de ganar votos, desde luego.

domingo, 2 de agosto de 2009

El Tripartit en el horizonte

Es muy fácil

Esta canción de Los Mitos se la dedico a los que piensan que el nacionalismo es un monstruo de mil cabezas ponzoñoso e invencible. Es cuestión de coger aire y volver a la carga.


Periodistas de cabecera.

¿Y si hubiera ganado Lluís Bassat?


El publicista Lluís Bassat perdió las elecciones a la Presidencia del Barça, y eso que como director técnico llevaba al ahora exitoso Guardiola. Ganó Laporta y ganó el nacionalismo. Bassat es entrevistado en el último número de la revista Elle, y dice lo siguiente:"España es una buena marca, pero podria ser extraordinaria. Nuestros deportistas nos hacen sentir orgullosos de nuestro país, una nación que ha permitido que esos jóvenes pudieran dedicarse a lo que más les gustaba hasta llegar a destacar como números uno del mundo".

El Barça no es más querido por la política.


Publicado en periodistadigital.com

No es ningún secreto que Joan Laporta defiende allí donde vaya ideas catalanistas e independentistas, y que siempre se ha mostrado a favor de la oficialidad de la selección catalana. El periodista de la SER, José Ramón De la Morena, le ha dejado un recado acerca de los sentimientos que genera el Barça entre los aficionados.

El director de El Larguero ha comentado en Hoy por hoy el buen momento que está pasando el Barça últimamente. Piensa que es el mejor equipo de España, pero sin embargo, no es muy querido en todo el país por culpa de una cosa: "La estupidez de la política".

De la Morena apunta a un claro culpable de la utilización del club culé en cuestiones políticas. Ese no es otro que su presidente Joan Laporta:

"Recuerdo las palabras de Laporta que me dijo hace tiempo: Quiero una selección catalana que juegue contra España en un mundial. ¿Entonces el Barça tendrá que jugar una liga catalana, a lo que me respondió que le daba igual".

"Qué magnificas oportunidades ha desperdiciado el Barça para ser querido por culpa de las estupideces de la política. Laporta tendría que preguntar a sus socios qué es lo que quieren: Tener un club querido o una plataforma política para gobernar en Cataluña.
Mezclarlo en la política les puede dar votos en Cataluña, pero les quitará adeptos en el resto de España".

Vergüenza ajena

Ser del Barça no quita que a veces poner TV3 suponga sentir mucha, muchísima vergüenza.