miércoles, 11 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (98)


El momento mítico de la España contemporánea es el de la respuesta popular que siguió al golpe militar del 18 de julio de 1936. El escenario fue Barcelona, donde el estado de dulzura acabó con el cuchillo del sacrifio. Es el momento en que la clase obrera y la "intelligentsia" catalana tienen ante sí las mas diversas potencialidades y esperanzas; política, moral y poesía marchan sin orden pero al mismo paso. Los muchachos disparan, y no solo son milicianos anarquistas, obreros metalúrgicos, estudiantes o aprendices, sino la ciudad entera. Tras el pronunciamiento militar, los jóvenes se echan a la calle: unos para defender al gobierno de la república, otros para afirmar los valores de la clase obrera y otros para apoyar la rebelión de los militares. Todos se encontraron en el Cinc d´Oros, la confluencia entre la Diagonal y el paseo de Gracia, y allí se vieron las caras. En todas las calles y las plazas de Barcelona se escucha el tiroteo de las dos maneras de entender la nación y, a medida que nos acercamos a sus rostros, nos damos cuenta de que en esta ocasión el golpe militar se estaba convirtiendo en una guerra civil. El entusiasmo de la muchachada poa las calles de Barcelona se convirtió en pocas horas en una ordalía.

España, una nueva historia. (97)


Al repasar su vida desde la Capitanía de Las Palmas, Franco llegó a convencerse de que todo se había conjurado a su favor: los servicios en la bandera de la Legión durante la guerra de África, la simpatía de Alfonso XIII, la boda con Carmen Polo, el trabajo realizado en la academia militar de Zaragoza. Charlaba sobre estos aspectos con amigos y colaboradores, y a veces realizaba un comentario fugaz sobre la necesidad de una suerte de cruzada exaltadora contra los enemigos de España que lograba cautivar a sus interlocutores, al margen de sus intrigas para que los gobiernos de Alemania e Italia secundaran sus pasos. En suma, la errónea política de los últimos meses de la república, en realidad desde la caída de Niceto Alcalá-Zamora y la llegada a la presidencia de Manuel Azaña, había llevado a Franco a ofrecer una imagen taxativa de la historia española, la historia de un país sumido en el caos político y el desorden social debido a la mala gestión de una clase política corrupta.

España, una nueva historia. (96)


Para Franco, el golpe de Estado era el principio de una nueva fusión entre la doctrina del caudillaje providencial y la violencia que debía durar más que los simples días (o semanas) previstos por Mola. Era consciente de que el ejército no estaba unido y que el éxito o el fracaso del pronunciamiento tendría lugar en el campo de batalla, con divisiones en juego. ¿Con cuántas contaban unos y otros? Mientras tanto, una nueva ideología obrera actuaba incesamente, ofreciendo a la sociedad española una explicación coherente (no se puede decir que verdadera) de lo que estaba sucediendo: el fascismo trataba de liquidar a la democracia, el totalitarismo retaba a la libertad. En realidad se trataba de grupos armados, o por armar, que practicaban la violencia, el desprecio a los derechos individuales y la opresión de las minorías, es más, que proclamaba la doctrina de la época: no existen derechos individuales y, por decirlo de algún modo, ni siquiera existe el individuo, sino una masa a la que se le permite todo para que alcance sus fines. Y aunque Largo Caballero y los demás rechazaron estas ideas en público, no perdieron comba para aplicarlas en privado, entre una clase obrera asustada por la posibilidad de que la derecha le arrebatara los logros conseguidos tras años de lucha sindical y en las calles. Entre unos y otros, a comienzos del verano de 1936, los españoles comenzaban a saborear la voluptuosidad de la desctrucción.

España, una nueva historia. (95)


La polémica rodea la vida de Azaña: "No quiero ser presidente de una república de asesinos", dijo en cierta ocasión, según el testimonio de Claudio Sánchez-Albornoz. La violencia, el crimen y el desorden general solían parecer a los periodistas y visitantes extranjeros los rasgos más destacados de la vida española. En este caso, las primeras impresiones no se modificaban cuando el conocimiento era más profundo. Un examen minucioso de los documentos de la época descubre sobre todo síntomas de acoso al orden republicano. Quizás el cuadro esté algo exagerado, pero es lo suficientemente verdadero como para suscitar la ineludible pregunta de si una sociedad democrática podía prosperar o incluso sobrevivir en ausencia de la exigencia interior que sostenía la ética del trabajo. La policía y la Guardia Civil eran insuficientes para controlar un de-sorden que estaba alcanzando proporciones críticas.

España, una nueva historia. (94)


Los años que transcurren desde el preocupante 1923 hasta el desolado 1936 constituyen el momento más decisivo de la historia contemporánea de España. Comienzan con el pronunciamiento militar de Primo de Rivera en Barcelona y acaban con el golpe militar de Francisco Franco en Las Palmas de Gran canaria. En medio, unos años donde la sociedad española se debatió entre la reivindicación, muy viva, de los objetivos de la revolución obrera (y, por lo tanto, una política de corte republicano que los hiciera posibles en un país mayoritariamente conservador en las costumbres y en las creencias religiosas) y la convicción de las clases elevadas (terratenientes andaluces, industriales catalanes, financieros vascos, alta administración) de que era necesario un "cirujano de hierro" para imponer el anhelado regeneracionsimo de Costa.

España, una nueva historia. (93)


Hay algo paradójico en el hecho de que un pueblo pueda presidir su propio nacimiento político. ¿Qué es lo que hace que un grupo de personas se unan a efectos de autogobierno? Una nación nace porque las personas que habían sido gobernadas por una misma autoridad deciden que deben ser orientadas en otra dirección. Ése fue el caso de Cataluña con Prat de la Riba, el de Euskadi con Sabino Arana y, con menos fortuna, el intento de crear una nación gallega con Villar Ponte y sus "Irmandades" o una nación andaluza con Blas Infante y su recurso al pasado "andalusí" (léase árabe). A eso se unió la idea de que el pueblo puede optar por el autogobierno como una indiscutible forma de valor, como en el caso de los tradicionalistas católicos catalanes inspirados en Torras i Bages. Los revolucionarios y los progresistas españoles, incluidos los anarquistas, se separaron de los demás catalanes, vascos, gallegos o andaluces como consecuencia de esta opción política decisiva.

España, una nueva historia. (92)


La elección de lo más importante que ocurrió en España entre 1898 y 1923 es una decisión muy personal, que quizás algunos no compartirán del todo. Pero mi experiencia y los conocimientos que he adquirido de territorios cercanos a la historia (como la filosofía, la música, la crítica literaria, la antropología o la teosofía) me orientan ene sa dirección. En mi opinión, por tanto, el acontecimiento capital de esos años es la violenta oposición entre los tres principios que desde las Cortes de Cádiz habían configurado la historia de España: el progreso, la revolución cultural y la nación.

España, una nueva historia. (91)


La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas supuso un revés psicológico en la sociedad española. Se ponía fin al espejismo de la Restauración, sobre todo los años dorados de la regencia de Maria Cristina, con sus evasiones art nouveau y las posibilidades de conseguir por fin el ansiado despegue de la economía.

España, una nueva historia. (90)


El crecimiento económico se hacía cada vez más visible y el gusto se sofisticó. Esto hizo que se concentrara en Barcelona, en el último tercio del siglo XIX, una ingeniosa actividad constructiva bajo el signo del Modern Styl, que allí se llamó modernismo. Tanto la burguesía industrial como los altos funcionarios y la nobleza lo deseaban: juzgaban que la recuperación del espíritu gótico permitía un principio de distinción sobre las clases obreras, ajenas a ese suntuoso arte que se podía ver en las fachadas de las casas, seguía en las escaleras de acceso a los "principales" y continuaba en los artesonados de los comedores y las alcobas.

España, una nueva historia. (89)


Prim quiso inventar, con AAmadeo de Saboya, una dinastía, recurriendo al apoyo de las cortes. Pero Prim, natural de Reus, no se creía las ficciones que él mismo sugería. La monarquía del Saboya se iba a convertir en ese momento en algo semejante a lo que fue el sueño liberal en la época de Fernando VII: fugaz pero útil punto de referencia.

España, una nueva historia. (88)



Las elecciones de enero de 1869, ¿fueron acaso una provocación bien orquestada para hacer un registro del quién es quién en España con vistas a futuras purgas? El caso es que se presentaron las más diversas candidaturas a las Cortes Constituyentes, desde carlistas a republicanos: todo el mundo apeló al espíritu cívico mostrando su disposición a probar fortuna en las urnas, aunque en privado nadie descartaba recurrir al pronunciamiento si el resultado no era favorable. Los grandes peligros de la patria y de la propiedad privada parecían conjurados.

martes, 10 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (87)


A los ojos de los poetas románticos, los liberales se convirtieron en los profetas del progreso. Por una vez la Historia había tomado un curso que prometía dignidad para España. Este era el objetivo de muchas "sociedades secretas" del momento, como los carbonarios de Díaz Morales, los comuneros de Torrijos o los anilleros de Martínez de la Rosa. Esto no es sorprendente, ya que la lucha contra el absolutismo monárquico debía ser planificada desde arriba por los más capacitados para llevarla a cabo: un recurso muy conocido desde los tiempos de la Constitución de Cádiz.

España, una nueva historia. (86)


Uno de los grandes errores de Napoleón, tras su llegada a España en 1810, observó madame de Rémsuat, fue seguir creyendo que la potencia imperial que había desarrollado mantenía aún los ideales de 1789, los de un ejército de liberación. España era tan solo la vanguardia de un imperio francés que, como todos los grandes imperios universales de la historia (el Imperio Romano en primer término), aspiraba a mucho más que a la dominación militar de una vasta y heterogénea frontera estratégica. El imperio francés significaba sobre todo un predominio económico, cultural y político dentro (y a veces fuera) de esa frontera. La necesidad del bloqueo naval al Reino Unido se vio como un pretexto. Con la promulgación de su famosos código, Napoleón planteó una visión de la política exterior que, pese a su lenguaje enciclopedista, peoponía la clase de misión civilizadora universal propia de los grandes imperios, resumida en las siguientes palabras: "Atribuyo gran importancia y un gran título de gloria destruir la mendicidad". Precisamente ese credo mesiánico fue la razón última de su ruina. Napoleón no podía entender por qué oscuras razones el pobre quería seguir siéndolo, por qué amaba más su tierra que el desarrollo de esa misma tierra, por qué se aferraba a als diferencias que las costumbres aportan a los caracteres y no se unía a la libertad, la igualdad y la solidaridad universales de la bandera tricolor y La Marsellesa.

España, una nueva historia. (85)


Los acontecimientos del 2 de mayo de 1808, vale decir, la asonada del pueblo de Madrid contra el ejército francés y la ulterior represión del mariscal Murat, continúan generando el interés de los aficionados a la historia y de los historiadores profesionales en la medida en que se muestran relevantes para las preocupaciones políticas de un país en pleno debate sobre el sentido de la nación española. Personalmente, encuentro dos motivos para insistir en ellos. Uno está vinculado a mi oficio: se aprende mucho al seguir de cerca las investigaciones sobre los abundantes detalles que se van descubriendo, algunos puramente concretos, otros más llenos de significación, que permiten conocer mejor lo que sucedió en aquellas densas veinticuatro horas que comenzaron a las siete de la mañana del día 2 y terminaron al despuntar el alba del día siguiente. Otro motivo, más genérico, afecta a mi condición de ciudadano comprometido: creo posible afrontar la valoración del hecho con total libertad, ubicándolo en el cotexto de su época, atento a las sugerencias procedentes de otros territorios del saber que no sean la historia, la antropología, el arte o la psicología de masas. Fijar cómo el suceso se apoderó de la memoria social hasta convertirse en un icono del que todo el mundo habla en voz alta. Porque no cabe duda, como dijo Walter Benjamin, de que la sabiduría y los lugares comunes de una cultura son transmitidos de una generación a otra en forma de relatos fáciles de seguir.

España, una nueva historia. (84)


"Caminando por las calles, se ven todos los signos de una gran industria activa. No es posible desplazarse a ninguna parte sin escuchar los chirridos de las máquinas de hacer punto". Así hablaba de Barcelona, a finales del siglo XVIII, Arthur Young, el reformador agrario inglés, antiguo rector de Bradfiel, confidente de Samuel Johnson, cuyas impresiones de viaje dejó escritas en el monumental libro en dos volúmenes "Travels in France" (1792). A la vista de este testimonio, y de la floreciente vida cultural española del momento, al frente de la cual encontramos los nombres de Cadalso, Jovellanos, Meléndez valdés y Moratín, cabe plantear la siguiente cuestión: ¿no se exagera acaso la gravedad de la crisis política creada en España por la muerte de Carlos III y la subida al trono de su hijo Carlos IV?

España, una nueva historia. (83)


De 1789 a 1808, los españoles vivieron el torbellino desatado en Europa por la revolución francesa entre las sombras del mañana. Por doquier surgían dudas acerca de la estabilidad del régimen de los Borbones, instaurado tras la Guerra de Sucesión, un vago sentimiento de ruina, más agudo si cabe que la idea de decadencia de los siglos anteriores. No son meras pesadillas nocturnas, pese a que así las había calificado en la etapa anterior el ilustrado José Cadalso, son hechos reales que comenzaron a producirse en el país vecino, sometido a uno de los procesos de cambio más profundos y traumáticos de la historia europea.

lunes, 9 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (82)


La España de Carlos III se fundó sobre un reformismo irresistible, un movimiento de políticos ilustrados convencidos de que debían quedar atrás los tiempos de la superstición y de las pasiones ignorantes para abrirse a un futuro prometedor que ya no era un sueño ni una vana ilusión, sino que estaba al alcance del pueblo español. Indicativo de esta confianza en el ámbito de la acción política, del pensamiento y de la creación artística es el hecho de que la sociedad empezara a tratarse de forma abstracta, en términos de verdades y principios fundamentales, inspirados en parte por éxito del uso del lenguaje de la filosofía natural procedente de Francia, que originaría la figura del "afrancesado", pesonaje crucial en esa época.

España, una nueva historia. (81)


El gobierno de Felipe V diseñó una Nueva Planta y enseguida se encontró con el melodrama político y cultural que significaba organizar el país conforme a sus principios. De entrada, en 1715, la situación de España era muy difícil; aislada en un rincón de Europa, rodeada de poderosos vecinos (Inglaterra, Francia, Holanda, Austria) a los que debía combatir si deseaba mantener vivo su imperio de ultramar, asediada por una pugna ideológica con los partidarios de los Habsburgo por la legitimidad de la dinastía de los Borbones, debía enfrentarse con un difícil dilema. ¿Se había cuarteado la herencia de los siglos al inicio de su nueva andadura histórica tras Utrecht y Radstadt solo para convertirse en una copia en tono menor de la monarquía de carlos II?

España, una nueva historia. (80)


En una época apolítica como la actual hay mucho que decir de los políticos que piensan y hablan del 11 de septiembre de 1714 en términos de reivindicación nacional: después de todo, el discurso oficial liga la suerte económica del país y por lo tanto las oportunidades y los intereses vitales de la ciudadanía a la firmeza en las convicciones que crearon ese lugar de la memoria. Pero eso es solo como las cosas son ahora. No han sido siempre así, y puede que no sean así en un futuro. Es la educación de los dirigentes en una determinada manera de entender la historia lo que lo ha hecho posible. Eso no impide que alguien pueda hacerse la pregunta ¿por qué el entusiasmo de los defensores de la ciudad de Barcelona en 1714 tiene que ser necesariamente un lugar de la memoria catalana?

España, una nueva historia. (79)


Nos equivocaríamos si hiciéramos caso de los tópicos que han corrido en exceso sobre los últimos meses del gobierno catalán. Para la gente de la época el conflicto sucesorio entre Carlos de Habsburgo y Felipe de Borbón era un problema político, cuya solución debería ser también política. Ya se habían visto cosas semejantes en Cataluña, por ejemplo en 1412 cuando Jaume de Urgell se enfrentó a Fernando de Antequera por el trono. Solo para nosotros, que estamos al corriente de lo que sucedió en los dos siglos y medio siguientes, ése fue el fin del autogobierno catalán. Para el viajero que franqueaba las viajes murallas medievales, Barcelona aparecía en su innegable esplendor. Jamás, por otra parte, había sido tan bella, aunque hubiese pasado desde Carlos V al rango de museo simbólico de las grandes glorias del pasado.

viernes, 6 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (78)


El 11 de abril se llegó al acuerdo que más tarde se conoció como la paz de Utrecht. Los Países Bajos católicos, el reino de Nápoles, Cerdeña y el ducado de Milán quedaron en manos del emperador Carlos VI. El duque de Saboya se anexionó la corona de Sicilia. Inglaterra se reservó Menorca y Gibraltar y, a costa de Francia, Terranova y la Acadia, la isla de San Cristóbal, en las Antillas, y los territorios de la bahía de Hudson. A eso hay que sumar sus privilegios en el mercado de esclavos, mediante el derecho de asiento. El 10 de julio firmaba la paz de Utrecht.

España, una nueva historia. (77)


"señores, aquí tenéis al rey de España", exclamó Luis XIV delante de un grupo de cortesanos, funcionarios y diplomáticos en uno de los salones de Versalles; y luego, dirigiéndose a su nieto, el duque de Anjou, dijo con voz algo más quebrada: "Sé buen español, ése es tu primer deber, pero acuérdate de que has nacido francés, y mantén la unión entre las dos naciones; tal es el camino de hacerlas felices y mantener la paz en Europa".

España, una nueva historia. (76)


Resulta tentador mirar la historia de España, desde el decisivo año a escala mundial de 1688 hasta el no menos decisivo de 1713, con la firma del tratado de Utrecht, como la larga travesía entre el sistema político de los Habsburgo, con su respeto a las instituciones privativas de los diferentes pueblos de la periferia Ibérica, al de los Borbones, con una decisva política en pos de un estado centralista; es decir, el pasaje al Estado nacional. Fueron años turbulentos porque lo que estaba en juego era algo más que el nombre de la dinastía que ocuparía el trono en Madrid: la viabilidad de una nación llamada España.

España, una nueva historia. (75)


El tipo humano de "español" se fraguó por entonces: áspero a la vez que divertido, celoso, bravucón, lenguaraz, perezoso. Desde su posición de ciudadano reciente de la villa y corte observaba cierta tendencia a rememorar con afecto la vida en sus pueblos de origen, olvidando que se trataba de un mundo limitado, creado bajo severas circunstancias de opresión y miseria. Cabe preguntarse qué deseaban los inmigrantes a mediados del siglo XVIII. En primer lugar, mejores oportunidades económicas, deseaban, como mínimo en ese sentido, un mundo más abierto y festivo que el dejado atrás en sus aldeas. Soñaban con la riqueza marginal generada por la corte, con la posibilidad de obtener un oficio o un cargo que permitieran un ascenso social para él y para los miembros de un afamilia. No obstante, esos inmigrantes empezaron a sentir el desencanto del fracaso de la monarquía de Felipe IV, al comprobar que no era oro todo lo que relucía en los decorados barrocos.

España, una nueva historia. (74)


Después de 1648. España se enfrenta al grave problema de la reconstrucción política e intelectual. Lo mismo que otros muchos paíeses de Europa, que había compartido con ella los desastres de la Guerra de los Treinta Años; pero lo hará de forma diferente, basándose en otros principios políticos, económicos y culturales. Sin profundizar en la noción cartesana de certeza, sino más bien insistiendo en ese acercamiento aproximado a la realidad, donde aún se percibe el sello de un pasado glorioso pero ya ineficaz. No se había aprendido que el racionalismo se había convertido en un gesto seductor. a la larga, ¿no se cimentaría sobre sus recias espaldas el deseo de una armonía social y política para Europa? Poco se hizo en España en estos años. Aquí se perdió una oportunidad.

España, una nueva historia. (73)


La historia de España no se explica sin Olivares, el cortesano supremo. Entre 1621 y 1643 dirigió la política de Felipe IV con auttoridad. Es el héroe de la monarquía de los Habsburgo y quizás el responsable de su ruina. Siempre a caballo, quizás por el famoso retrato que le hizo Velázquez en 1634, su mirada inquisitiva mide la multitud, busca con rapidez los resquicios de su gran pasión en la vida, el poder. Sabe que es importante actuar diligentemente pero con fimeza. Tenía casi cincuenta años cuando el rayo de la fama iluminó su rostro (un rostro que vemos quizás mejor en otro retrato de Velázquez, hoy en el Hermitage) y estaba a punto de culminar su gran obra política en Madrid, la ciudad más curiosa e intrigante del mundo en aquellos años. La paradoja de su vida consiste en querer convertir un artificioso sistema político en el fundamento de una nación moderna, que pudiera llamarse con orgullo España.

España, una nueva historia. (72)


El paisaje de España en la primera mitad del siglo XVII hubiera sido mucho más convencional de no haber existido un proyecto político europeo forzosamente trabajado por los validos de Felipe II y Felipe IV, los dos reyes de la casa de Habsburgo que reinaron en esos años, el duque de Lerma y el conde-duque de Olivares. A diferencia de otros países de Europa, en especial Francia e Inglaterra, que corrían en pos de una modernización de sus clases sociales que desenvocó en un caso en la cultura libertina y en el segundo en la revolución puritana de Cromwell, en España se hizo todo lo posible para evitar la aparición de grandes disparidades entre la monarquía y el estatus nobiliario.

España, una nueva historia. (71)


En su inmensa mayoría, los moriscos expulsados se establecieron en el norte de África, otros muchos negociaron con las autoridades otomanas para poder instalarse en los territorios musulmanes de los Balcanes y un pequeño grupo consiguió regresar a España. Fue el caso de Ricote, según cuenta Cervantes en la segunda parte (capítulo LIV) del Quijote. En medio de un camino, Sancho acude junto a una comitiva de peregrinos con ropa extranjera y uno de ellos se le acerca dando grandes señales de júbilo ante la extrañeza del aludido exclamando desde una honda pena: "¿Cómo es posible, Sancho Panza, hermano, que no conoces a tu vecino, el morisco, tendero de tu lugar?". A lo que, tras recuperarse de la sorpresa, contesta: "¿Cómo diablos te había de reconocer, Ricote, en ese traje de moharracho que traes? Dime: ¿quién te ha hecho franchote, y cómo tienes atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura?".

España, una nueva historia. (70)


Que la historia de España se repita es una cuestión fatua, ya que puede suceder que en algún caso adopte el disfraz de una parodia de lo anterior; pero los efectos que tiene la idea de que algo volverá a ocurrir resultan devastadores para la imaginación moral. En el hecho de la repetición subsiste por un lado la capacidad de sentir un acto como ejemplar, como cuando Felipe II se mira en Recadero al formular su programa político; y por otro, el sentido de un destino vinculado a una forma de ser. Nunca nada cambiará en la historia de España: una convicción peligrosa, que induce al desánimo incluso en el campo de batalla.

España, una nueva historia. (69)


España tuvo una gran oportunidad histórica en la segunda mitad del siglo XVI, cuando el manierismo era la corriente artística dominante, una época prometedora en la que se llegó a creer firmemente que la ignorancia y la superstición quedarían atrás gracias al trabajo de los predicadores, dando paso a un gran futuro que, tras la victoria sobre los franceses en San Quintín, ya no era un viejo sueño borgoñón, sino una realidad nacional. Felipe II ordenó construir El Escorial, edificio que evocaba el inicio de una era española en la cultura mundial. En un período de prosperidad, el rey y sus cortesanos imaginaban una sociedad capaz de conciliar el lujo privado con el gasto público. Un indicador de esa confianza fue la implicación en el conflicto que enfrentaba al imperio otomano y a la República de Venecia.

España, una nueva historia. (68)


Las élites que rodearon a Carlos V se rebelaron contra la España profunda, al imaginarla como una nación atrasada, reaccionaria, represiva en su moralidad sexual, de gustos plebeyos, pagada de sí, torpe y vulgar. Los que aspiraban a incorporarse a la corte debían vincularse cuanto antes al dinero, a la moda y la cultura del mercado mundial. No está claro, y se sigue debatiendo, si se consideraban a sí mismo españoles, aunque desde luego utilizaban el castellano en sus escritos pero no en sus conversaciones, que probablemente eran en francés o italiano, las dos lenguas internacionales de aquellos años. El patriotismo de las ciudades medievales no se encontraba entre las virtudes más apreciadas por ellos. El humanismo, por el contrario, les sentaba perfectamente ya que evocaba la agradable imagen de una Europa unida bajo el emperador, sin el peso del inextricable papado ni de los adustos clérigos reformadores, donde se podían saborear indiscriminadamente platos de la renovada cocina veneciana o francesa, madrigales ingleses y poesía italiana o francesa, sin preguntas ni compromisos.

España, una nueva historia. (67)


La conquista de Tenotchtitlán por Cortés se dibuja como un relato paralelo a la historia de España del siglo XVI. Si me vuelvo para abarcarla de una sola mirada, apoyado en los documentados estudios de R.C. Padden, W.H. Prescot y Hugh Thomas, se me antoja extrañamente corta y llena de enigmas. En menos de dos años Cortés y sus hombres llevaron a cabo una brillante conquista militar de un imperio de dos millones de personas, pero también la aniquilación de las poblaciones indígenas, la destrucción de la agricultura local y la exportación, inadvertidamente, de la viruela, el sarampión, la gripe y otras enfermedades. La guerra y las epidemias acabaron con centenares de miles de psersonas en unos cuantos meses.

España, una nueva historia. (66)


Carlos comprobó las resistencias a medida que iba siendo coronado rey, primero en Castilla, luego en Aragón, finalmente en Cataluña. Su discurso en Barcelona (en catalán) le permite entender perfectamente el lugar en el mundo que busca ocupar. Mientras lo pronunciaba, la audiencia de las cortes y los magnates del país, eclesiásticos y civiles, se percataron de que sus palabras, equilibradas, y en ocasiones poéticas, ignoraban por completo la sensibilidad catalana. Anunciaba que el liderazgo iba a pasar a manos de una generación nueva, orientada hacia los asuntos internacionales, y pedía que prestasen atención a los problemas del mundo, abandonando el dorado aislamiento en el que parecían vivir a comienzos del siglo XVI. Presentaba el peligro berberisco y turco desde una perspectiva nada edulcorada, lo definía como un conflicto mediterráneo por la libertad de comercio cuya resolución estaba en manos de los catalanes, que con su propio sacrificio podían influir en el curso de los acontecimientos. La monarquía de Carlos V quería cambiar el rumbo de la historia europea, pero no conseguía crear las complicidades necesarias entre castellanos y catalanes para forjar un país al que llamar España.

España, una nueva historia. (65)


La muerte de Felipe I desencadenó una anarquía que estuvo a punto de convertirse en una nueva guerra civil en Castilla, mientras que Fernando destituía al Gran Capitán, dejando Nápoles en manos e sus hombres de confianza, primero de su hijo natural, el conde de Ribagorza, más adelante en las de Ramón de Cardona-Anglesola, al que los rumores también hacían hijo natural del rey. Catalanes en los puestos claves, mientras que Gonzalo debía contentarse con el cargo de alguacil de Loja, cargo que por cierto le concedió la reina Juana, su máxima valedora en etos años de infortunio. Y sobre Juana se centraba toda la atención. ¿Estaba loca? ¿Qué indujo a Fernando el Católico a recluirla en Tordesillas, casi de por vida? Se trataba de un sacrifcio en bien de la patria, o por mejor decir, del Estado dinástico español que volvía a ser posible.

jueves, 5 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (64)


Felipe de Habsburgo se hizo proclamar rey de Castilla, en razón de que su esposa Juana era la legítima heredera de Isabel la Católica. Momento de suspensión absoluta en esa etapa extrañísima de la historia de España que va de noviembre de 1504 a la primavera de 1507. Mientras el flamante Felipe I hacía realidad uno de sus más profundos deseos, su suegro Fernando el Católico, junto a su nueva esposa, Germana de Foix, reunía una poderosa flota al frente de la cual estaban los principales nobles catalanes del momento: los Cardona-Anglesola y los Requesens. Se trataba de fingir que nada iba a cambiar el Estado dinástico forjado en los años anteriores, aunque los barcos de guerra se dirigieron a Nápoles con el objetivo de eliminar al virrey Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, al cabo, un noble andaluz pese a llevar sangre de los Enríquez, la familia materna del rey.

España, una nueva historia. (63)


La reina Isabel percibió muy pronto que las disputas con los granadinos de religión musulmana no se desarrollarán como antaño en el campo de batalla, donde la realidad es tangible, sino en las calles y plazas de la ciudad. Era el signo del descontento popular, el mismo que encontramos en las páginas de algunos contemporáneos. La toma de la ciudad no era un accidente que dio brillo a un reinado, para ser luego reabsorbido por el islam como había ocurrido en otras ocasiones; al contrario, era la manifestación del nuevo carácter de la historia de España, el mojón fronterizo entre el pasado y el futuro.

España, una nueva historia. (62)


Con la toma de Granada, las reformas políticas emprendidas por los Reyes Católicos parecían estar plenamente legitimadas. Era la prueba una vez más de la importancia de los hechos en la vida de los reyes a finales del siglo XV. Cualquier joven de la pequeña y mediana nobleza podía entender perfectamente a sus reyes, ya que se beneficiaba de su proyecto de que fueran esas clases sociales las que aportaran los efectivos a la administración y al ejército. La posición a comienzos de 1492 era aún inestable y las ramas parecían ser el único elemento seguro para afianzar la reforma. La controversia humanística entre las ramas y las letras, vale decir, entre los partidarios de que la administración estuviera en manos de individuos formados o en manos de grupos de poder tenía una razón de ser una vez conquistado el reino de Granada. La primavera y el verano de 1492 presenciaron un gran cambio en la dirección de los asuntos públicos. Con el estímulo del inquisidor gneral, fray Tomás de Torquemada, se quiso dar una solución final al problema de los judíos en España (y digo esto porque afectó por igual a los territorios de la Corona de Castilla y a los de la Corona de Aragón).

España, una nueva historia. (61)


No hay anécdota más famosa en la vida de Isabel que el gesto de ofrecer sus joyas como garantía para que Colón pudiera realizar el viaje de descubrimiento de América en 1492. Era una nota de color rosa en un año especialmente negro. Por primera vez los hombres y las mujeres de Europa intuyeron que el mundo pudiera ser distinto de lo que los sabios de la Antigüedad habían dicho que era, como insinuaba el enigmático navegante que llevaba años tratando de convencer a la reina de Castilla con sus ideas.

España, una nueva historia. (60)


Basta decir que el emblema y el lema de los Reyes Católicos se vive el valor de un nuevo cambio estructural en la historia, de un nuevo amanecer, como se decía en la deriva poética de los himnos de la Falange Española de la JONS, en la convicción de que el reinado de Isabel y Fernando volvía a recuperarse en todo su espíritu, proyectando un destino manifiesto en lo universal, que entusiásticamente se vinculaba a las enigmáticas "montañas nevadas" de sus cánticos. Expresiones cargadas de realidad política que atendían a la historia de aquel reinado como una referencia doctrinal. Ese mundo en el que las cosas, para ser, deben ser también un reflejo del tiempo áureo de la historia de España que solo la Falange de la JONS, y después su heredero natural, el Movimiento Nacional del general Franco, fueron capaces de interpretar adecuadamente en todas las dimensiones esotéricas de su proceso alquímico. Es el mundo en el que seguimos viviendo, naturalmente, que nos rodea desde hace más de setenta años como una sombra invisible. Todo esto puede verse aún en algunos aspectos de las últimas exposiciones, donde el simbolismo providencialista de la época de los Reyes Católicos resulta tan notorio y se halla tan presente en algunos comentarios sobre la eternidad de la unión de las tierras hispánicas.

España, una nueva historia. (59)


Para Isabel de Castilla y Fernando de Aragón el año 1474 empezó seis años atrás. La guerra civil en Cataluña y Castilla les había hecho comprender dónde se encontraba el verdadero peligro. No debían tener la lucha abierta, si la causa era justa. Tenían sus armas y contaban con el apoyo de la gente de su generación. Pero también sabían que las élites nobiliarias y urbanas solo estaban esperando un error para tener un pretexto para limitar las prerrogativas del trono. La personalidad de los príncipes se hace más valiosa al compararla con otros personajes de la época. La simpatía hacia ellos se debía en parte a la destreza con la que supieron afrontar el conflicto sucesorio, como también al instinto del imperio que les caracterizaba: daban a manos llenas a la gente a cambio de obtener su lealtad. Esta rara superiodidad sobre los otros pretendientes y sus mentores permitió la creación de una morada vital.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (58)


Resulta difícil pensar la historia de España entre 1474 y 1492 sin estremecerse. Una de las cuestiones más debatidas en los últimos años y sin duda de las más importantes en la historia de España es el motivo de la decadencia de Cataluña pasada la guerra civil que va unida a otra cuestión de más calado si cabe, que consiste en saber por qué algunas sociedades toman decisiones catastróficas para su futuro. Al valorar las explicaciones de los años sesenta sobre una crisis económica general que afectó gravemente a un pueblo más que a otro, Mario del Treppo se vio en la desagradable situación de tener que mostrar su escepticismo de que la decadencia catalana pudiera haberse debido al agotamiento de los recursos tras más de un siglo de pestes, hambres, guerras, desequilibrios financieros y otros aspectos semejantes.

España, una nueva historia. (57)


En mayo de 1462, cataluña comenzó el largo camino que conduce a que el adversario se transforme en el enemigo. Los campos se llenaron de guerreros resbaladizos, evasivos y astutos. También de viajeros que iban en busca de un rey con quien pactar el trono, pero que no fuera el odiado Juan II. No importaba que fuese Trastámara, y el primer elegido fue Enrique IV de Castilla; luego el aventurero Pedro, condestable de Portugal. Se dijo de ellos que eran reyes de Cataluña, motrando así el deseo de poner fin al gran pacto que había dado origen a la Corona de Aragón.

España, una nueva historia. (56)


En "Cataluña a mediados del siglo XV", que fue su discurso de ingreso en la Reial Acadèmia de Bones Lletres, Jaume Vicens Vives intentó explicar la guerra civil de 1462-1472 a partir del supuesto para él indiscutible de la "revolución catalana". El término ha llegado a servir en las recientes investigaciones para describir simplemente el estado terapéutico del país en vísperas de un conflicto lóbrego.
Cuando se habla hoy de revolución catalana, se hace referencia a la durísima oposición del patriciado urbano y de la aristocracia a los planes de gobierno de Alfonso el Magnánimo y Juan II, y en ese aspecto se entra en una excesiva cautela habida cuenta que en ocasiones se roza la incorrección política. Las claves son pactismo, independencia, tradición, soberanía. Los campesinos de "remença" tienen derecho en sus reclamaciones no por su implicación en el futuro de la nación catalana sino por sus sufrimientos pasados, cuyo emblema es la supuesta pervivencia de los "malos usos".

martes, 3 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (55)


A comienzos de 1461, la Diputación del General exigió la liberación del príncipe y, ante la negativa de Juan II, le declaró heredero de Cataluña. Comenzaron unas semanas de duras negociaciones que concluyeron en la capitulación de Vilafranca del Penedès del 21 de junio. Una vez concluida esa tarea monumental, Carlos exhibió los resultados en un recorido callejero por Barcelona, donde fue aclamado por todo el patriciado urbano y por algunos sectores vinculados a la Busca. Requesens se mofó de aquella exhibición, pero Juan II envidiaba la popularidad de su hijo, el príncipe de Viana. La multitud le aclamó como "rey de Cataluña", abriendo así en el corazón sentimental de la gente un hueco para que esa "corona" fuese luego ofrecida a otros seductores de la política. Cualquiera valía, menos ese Juan II al que detestaban no por ser Trastámara (también lo era el príncipe de Viana) sino por su séquito y por su apoyo a los campesinos de "remença". Después de su repentina muerte, que dio lugar a una leyenda negra sobre un posible envenenamiento, un testigo recordaba: "¡Oh, cuánta gloria es para el señor rey haber tenido tal hijo en la tierra y ahora en el cielo celestial! ¡Oh, bienaventurada Cataluña, que ha sido merecedora, por la clemencia y bondad divina, de haber cohabitado entre los catalanes y dejado su cuerpo entre ellos tal señor!".

España, una nueva historia. (54)


Seguimos con los retazos de "España, una nueva historia", el último libro de José Enrique Ruiz-Domènec.


1458 fue un año importante para la historia de España. Nunca se había estado tan cerca de construir un futuro estable como en aquel momento, en el que a muchos pintores, novelistas y poetas les parecía vislumbrar una nueva época. Pero en realidad era ya el resplandor de la rebelión de las élites (el patriciado urbano y la alta aristocracia en Cataluña, la vieja nobleza señorial en Castilla y Andalucía) que se acercaba y con ella un contrapunto crítico antes de empezar la nueva época que todos parecían anhelar en la primavera de ese año.

España, una nueva historia. (53)


Pasado 1440, la sociedad catalana era mucho menos optimista acerca del futuro de la Corona de Aragón de lo que las proclamas de los hombres de Alfonso el Magnánimo decían desde Nápoles o desde Valencia. Crecieron el declive del comercio y la pérdida de puestos de trabajo, la desigualdad social (cada vez había más ricos pero también más pobres), el índice de criminalidad en el campo con el desarrollo de la "bandositat" y en la ciudad con la presencia de delincuentes dedicados al robo y al estupro. Nadie parecía tener una solución plausible para esos problemas y la mayor parte de la supuesta discusión política en el Consell de Cent y el resto de organismos de gobierno ni siquiera los mensiona. Se libran feroces batallas ideológicas sobre temas periféricos, sin el menor interés social.

lunes, 2 de noviembre de 2009

España, una nueva historia. (52)


El verdadero problema en Barcelona fue psicológico. Alfonso V se aproximó a él cuando hizo ver a las Cortes de Cataluña, reunidas en 1426 en Barcelona, que el descontento social obedecía un estancamiento de la dinámica económica del reino; pero la reacción del patriciado a su petición de subsidios para relanzar la política mediterránea le desorientó, y al tiempo le hizo ver con quien se la jugaba: "E per conservació de les dites llibertas, privilegis, costums e prerrogativas, parlant amb la dita reverència, vos diem de no a la dita ajuda". Comenzaron meses de "greuges" entre el rey y la clase política; tales agravios arraigaron en la conciencia nacional catalana. En cierto sentido, la arrogancia de Alfonso V importunaba a esa parte de la psique catalana que, desde los tiempos de Jaime I, incluso desde antes, observaba con suspicacia la figura del rey como el mayor obstáculo para sus "llibertats". Cuantos más catalanes disfrutaban del auge económico promovido por el alza de los precios y los beneficios de los censales invertidos en la Taula del Canvi, mayor era el malestar hacia una política expansiva. Los grupos dirigentes se habían vuelto condescendientes con la venalidad administrativa, preferían un régimen corrupto a uno autoritario.

España, una nueva historia. (51)


En mayo de 1410, los restos mortales de Martín el Humano se trasladaron a la catedral de Barcelona, aunque él había ordenado expresamente que le enterrasen en el monasterio cisterciense de Poblet junt a su padre Pedro IV y otros miembros de la familia. En ese momento, la Corona de Aragón dejó de tener rey. Los cuatro hijos legítimos del finado (Martín, Jaime, Juan y Margarita) habían fallecido antes que él; solo quedaba Fadrique, el niño que nació fuera del matrimonio, y parecía difícil que llegara al trono, pese a que años atrás lo había hecho en Castilla Enrique II en condiciones análogas, claro que tras una guerra civil. Ante todo se imponía evitar un conflicto de esa naturaleza. La sucesión del rey debía hacerse conforme a los principios del pacto político, un rasgo característico de la Corona de Aragón heredado de las viejas costumbres feudales catalanas.

España, una nueva historia. (50)


Una clave para comprender los primeros años ochenta y sus marcadas diferencias con la década anterior consiste en analizar el talante que predominaba en la sociedad tras conocerse la quiebra de la banca barcelonesa en 1381. Los defensores del cambio en esos años (incluidos los escritores humanistas catalanes del talento de Bernat Metge) a menudo eran considerados por la gente como unos crápulas ambiciosos. Quizás, pensó Martín de Riquer, porque promovían una suerte de cesarismo a favor de Juan I. En medio de sofisticados juegos florales, del recurso a la gaya ciencia de los trovadores, se van difundiendo el más terrible de los yerros de la clase política, la corrupción.

España, una nueva historia. (49)


Tomemos el caso del veguer de Narbona, un funcionario de prestigio con experiencia en la administración de una provincia habitada por muchos extranjeros. En la carta autógrafa que dirige a los jurados de Gerona con fecha 17 de abril de 1348 se adelanta a la llegada de la propia peste a Cataluña y lo hace más que con la intención de organizar un plan higiénico, por el morbo que suponen los sucesos que la acompañan. Comenta que la infección ha azotado la zona durante la Cuaresma y continúa haciéndolo y, en su opinión, ha muerto la cuarta parte de los habitantes del país. Añade además que las autoridades habían capturado a varios msierables de diversas naciones (entiéndase, extranjeros), a los que acusó de esparcir pociones pulverizadas en las aguas, las casas, las iglesias y los alimentos con la intención de producir la muerte de las gentes. Por supuesto, confesaron sus crímenes después de ser sometidos a tortura con tenazas ardientes, y fueron ajusticiados mediante el procedimiento de cortarles las manos, descuartizarlos y luego quemar el cuerpo.