viernes, 14 de enero de 2011

La discriminación no es positiva


Xavier Pericay en ABC


Ejemplos los hay a miles. En todas partes y en cualquier época. Basta con que un gobierno se proponga favorecer a ciertos colectivos en vez de ocuparse de cada ciudadano por igual, sin distinción de raza, sexo, lengua, ideología o religión. O sea, basta con que un gobierno, por propia iniciativa o a instancias de no se sabe qué intereses más o menos decorosos, se proponga arreglar el mundo y, en vez de limitarse a garantizar, como sería su deber, que ningún individuo va a ser discriminado, se fije como objetivo que algunos miembros de la tribu, singularizados por determinados atributos, disfruten de unas prebendas que a los demás les están vedadas.
Entre los ejemplos antiguos, merece la pena recordar el aportado por Joseph Roth en uno de los artículos de su «Viaje a Rusia», fechado a comienzos de 1927. Explica Roth que las universidades soviéticas, tras años de alfabetización intensiva, no daban abasto, por lo que los políticos resolvieron que los hijos de campesinos y obreros tuvieran preferencia a la hora de acceder a la educación superior. Que muchos de ellos -lo constató el propio escritor en Leningrado- fueran manifiestamente incapaces de construir una frase con un mínimo de corrección, no constituía óbice alguno. Allí sólo contaban la ideología y sus intereses.
Como sucede también en el caso, mucho más próximo, de la flamante Ley de Educación Catalana -aunque aquí la ideología se vista de lengua-. La consagración del catalán como única lengua de enseñanza en Cataluña descansa en el cuento de que el idioma llamado propio requiere cuidados especiales y esos cuidados sólo se los puede facilitar un sistema educativo catalanizado de cabo a cabo. Lo cual no sólo es una barbaridad en lo tocante a los derechos de los ciudadanos, sino que, encima, es contraproducente para la supervivencia misma del idioma en cuestión. El uso del catalán, sin ir más lejos, ha perdido en el último lustro -el más impositivo de los seis que llevamos de normalización lingüística- más de 10 puntos porcentuales.
Y es que la discriminación siempre es negativa. Incluso la positiva. La mayoría de los datos -como ha demostrado Thomas Sowell en «La discriminación positiva en el mundo»- así lo corroboran. Y, aparte de los datos, lo corrobora la aplicación sensata de la ley. Y, si no, que se lo pregunten a la juez Sonia Sotomayor, candidata de Obama al Tribunal Supremo de EE UU, que acaba de ver cómo el mismo tribunal del que aspira a formar parte ha amparado en una sentencia a unos bomberos de raza blanca que habían perdido el puesto de trabajo por el color de su piel y a los que ella, siendo juez federal, no quiso dar la razón.

Adiós, muchachos


Xavier Pericay en ABC


Si son ustedes de los que tienen algún hijo en edad escolar, y ese hijo o esa hija no ha empezado aún el bachillerato, háganme caso: recojan sus cosas —y, entre ellas al hijo o la hija, claro— y lárguense. De verdad, no se lo piensen dos veces. Por un lado, eso de Cataluña, se mire por donde se mire, está cada día peor. Pero es que, además, entre que la nueva ley de educación va a aprobarse dentro de nada y que el Gobierno de la Generalitat parece dispuesto a aplicar la iniciativa ministerial por la que los estudiantes de primero de bachillerato que suspendan tres o cuatro asignaturas no tendrán que repetir curso, cualquier demora en la huida será fatal. ¿Que adónde hay que ir? Pues depende de sus posibilidades. Si le alcanza para una temporada en el extranjero, y a poder ser en un país civilizado, no le dé más vueltas y emprenda el viaje ya mismo. Si sólo le llega para una mudanza doméstica —y perdonen el anglicismo—, traten, ante todo, de que el lugar de destino no forme parte de eso que llaman los Países Catalanes, no vaya a suceder que salgan del fuego para caer en las brasas. Y, luego, procuren que el Gobierno de la Comunidad en la que sienten sus reales no sea copartícipe de la mencionada iniciativa ministerial, que es como decirles que se aseguren de que los socialistas forman parte de la oposición.

Por supuesto, todos esos consejos no tienen otro horizonte que el bienestar de sus muchachos. Y es que si mal estaban las cosas para un aspirante a bachiller, peor van a estar en adelante allí donde se aplique esa barbaridad que acaba de bendecir el Ministerio de Educación. ¿Cómo quieren que tome algún interés por sus estudios un chaval al que, después de haber suspendido tres o cuatro asignaturas —o sea, el cincuenta por ciento de la materia cursada—, le permiten no repetir el curso entero y matricularse únicamente de las que tiene pendientes? ¿Y al que incluso le dejan matricularse de las demás, de las que ya tiene aprobadas, con la garantía de que si saca peor nota le va a contar la del año anterior? ¿Cómo quieren que alguien así participe de la clase y se integre en el grupo de alumnos que, al cabo —si no vuelve a suspender tres o cuatro—, va a ser el que lo acoja —si no suspende por tercera vez— en su último curso como bachiller? Por no hablar, claro, de las dificultades que todas esas componendas acaban generando en la organización de los centros docentes, cuyos responsables bastantes problemas tienen ya con la falta de espacio, la conflictividad del alumnado, las carencias del presupuesto y la inestabilidad —laboral y psicológica— de maestros y profesores.

Entonces, quizá se pregunten ustedes, ¿a qué viene esa iniciativa, si no favorece a nadie? No se me ocurre más que una respuesta: la estadística. Cuanto más tiempo permanezcan esos chicos matriculados, más tarde aparecerán en las estadísticas del abandono escolar. Y a un político, por desgracia, no le interesa nada más.

jueves, 13 de enero de 2011

Quasi tota la veritat


En "Quasi tota la veritat", el libro de memorias que ha publicado recientemente Josep Maria Minguella, explica como empezó a montar los partidos de la selección catalana de fútbol.


La idea inicial era realitzar partits amistosos amb les despeses més baixes possibles per tornar a il-lusionar la gent i generar uns beneficis que la Federació pogués destinar al futbol base. Amb aquest objectiu vam preparar, amb moltes dificultats, un primer partit al Nou Estadi de Tarragona entre la selecció i el Barça. S´havia fet el primer pas, i gràcies a la bona voluntat de totes les parts vam firmar un contracte per organitzar un partit cada any durant el mes de desembre contra una selecció estrangera. Jaume Roura hi va participar activament, primer com a president.
Gràcies als contactes amb Bulgària aconsegueixo portar el primer any la selecció búlgara. El partit, jugat a Montjuïch el 23 de desembre de 1997, va acabar amb empat a un gol i va ser un éxit clamorós. Posteriorment portaríem Nigèria, Iugoslàvia, Lituània, Xile, Brasil i Xina, que és el darrer partit que vaig organitzar el 28 de desembre de 2002. La idea inicial de generar uns beneficis per a la Federació es va anar portant seleccions més potents, fet que ha implicat despeses més importants i tot ha anat polititzant-se, trencant amb l´espérit inicial.

No habla el "lenguo" catalán


Colummna de Josep Maria Espinàs, en El Periódico de Catalunya, con el agravante de que Espinàs, es el letrista del himno del Barça.

He tenido la oportunidad de conocer a bastantes personas de origen extranjero que hablan un catalán muy correcto. A menudo más correcto que el catalán de los que han nacido aquí y lo han oído siempre.
No es una cuestión de inteligencia, naturalmente, es una cuestión de voluntad. No creo que por saber muchos idiomas se tenga que ser más inteligente que quien solo conoce el propio. Hay catalanes --y franceses, e italianos-- que dominan perfectamente el inglés y que no son intelectualmente unas lumbreras. Y, al contrario, unos herméticos monolingües tienen un cerebro que funciona perfectamente.
Lo que me resulta más difícil de entender es que una figura que hace años y años que vive en Catalunya, que está tan ligada al barcelonismo futbolístico, que habla varias lenguas, jamás diga una sola palabra en catalán. Me refiero al antiguo entrenador del Barça, el señor Cruyff.
Hace ya más de 10 años que un socio del club le mandó una carta, redactada en holandés y con traducción al catalán --un lector me man-
dó ambas versiones-- en la que le decía que sería muy interesante que las personas más queridas y admiradas por la juventud "fuesen modelos públicos de la integración lingüística en nuestro país".
Entonces ya hacía 13 años que Cruyff estaba vinculado al Barça, y ahora ya hará 25. Son muchos años, 25, para no haberse decidido a decir "bon dia" o "moltes gràcies". El autor de la carta recordaba al entrenador la presión que durante la guerra ejerció Alemania sobre Holanda, pero que a pesar de ello habría sido muy raro que un entrenador no hablara en holandés con sus jugadores.
Ha pasado mucho tiempo, y Cruyff ha echado raíces en Catalunya y se ha mantenido encastillado en el castellano --excusen el juego de palabras--, como vemos a cada momento, ahora que el Barça ha estado tan de actualidad. Curioso, porque debería adoptar una posición favorable a los idiomas menos poderosos, como el suyo, el neerlandés.
No creo que sea un caso extremo de incapacidad lingüística, porque si quería que sus jugadores fueran "polivalentes", también él debería haber deseado la polivalencia idiomática. Si no me equivoco, la única vez que le he oído hablar en catalán fue en un espot publicitario antitabaco.
Y después de tantos años hablando un castellano tan pintoresco, ¿acaso no sería bonito escucharlo, también, usando un catalán digamosacruyffado?

Pujol se queja de que los Mossos, “cada vez más, se dirigen a la gente en castellano”


http://www.vozbcn.com/2009/06/18/7538/pujol-mossos-dirigen-castellano/

¿Cuántas en quiere?


Una columna de Jesús Royo en Lavozlibre.com




El otro día oí a un chico de veinte años que intentaba hablar en castellano, y decía “¿Cuántas en quiere?” No era en un pueblecito: era en pleno Maresme, un barrio de Barcelona, como quien dice.

Esta frase de “cuántas en quiere” era exactamente la expresión que hacía reír tanto a los chicos de mi tiempo, que la habíamos oído decir a algún payés viejo que no sabía ni papa de castellano. Una expresión así se identificaba con analfabetismo. Se ve que ahora vuelve aquel monolingüismo. La diferencia es que el error de hoy lo cometen jóvenes con el Cou aprobado. Y que no hace reír.

Para mí, es importantísimo observar de qué nos reímos. No es banal en absoluto. ¿Por qué nos hacía reír antes el payés monolingüe? Porque no dominaba la lengua del poder, de la corte, del mercado. Su condición era vitanda, y por tanto, risible. Conclusión: quien no quisiese hacer reír, debía aprender el castellano.

En otro lugar he analizado por qué hacía reír el castellanohablante que intenta hablar en catalán. Era una estrategia de reserva de la lengua como marca de identidad. El mensaje era: no intentes hablar en catalán, que nunca serás catalán.

Ahora no hacen reír ninguna de las dos cosas, por suerte. El catalán no es ni lengua primitiva, ni lengua exclusiva de los indígenas. Hoy, por el contrario, se considera que la lengua que contamina es el castellano: hay quien habla expresamente en un castellano con muchas catalanadas, como queriendo decir que él habla el castellano con pocas ganas, obligado y a contrapelo: si pudiese, lo borraría de su memoria.

Hay una especie de humor que se pretende “radikal”, que explota la imagen peyorativa del “catañol”. Es el estilo coñón y graciosillo de los Mikimoto, Monzó y Barnils. Son como los Bobby Deglané del franquismo, que se merecerían encontrarse con una Mary Santpere que los dejase clavados en seco*. Ese tipo de bromas doctrinales, que pretenden inculcar precisamente las normas y los valores que se considera que se han de seguir, que sirven para aumentar la cohesión interna de un grupo, la verdad, no me hacen demasiada gracia.